El
domingo 17 de junio de 2012, celebramos el día de los padres. Esta
celebración siempre ha estado muy cerca de mi corazón desde que tengo
memoria. En un pasado solía sentirme muy sensible durante estos días
ante una realidad que parecía nunca cambiar: "Papá, te necesito. No me
importa si tienes dinero o si no lo tienes; yo te quiero a tí...".
Fueron años de desilución, tristeza y soledad. Aunque
siempre tuve la bendición de tener a mi familia, la ausencia de mi
padre en el hogar me ponía muy afligido en mi corazón. Tenía en mis
recuerdos sus limitados momentos conmigo y en ese día no podía ir a la
iglesia pues no le tenía cerca y no podía abrazarlo como deseaba. Sentía
enojo, pero mucho más grande era el dolor por su ausencia. Sin embargo,
hoy puedo recordar que Dios se mantuvo cerca TODO el tiempo. Siempre
hubo un tío o un abuelo que se acercaron para aliviar un poco la
desolación que causaba toda esta relación inestable de padre e hijo. Ahí
era dónde Dios se hacía presente, en un abrazo, en una sonrisa, en un
paseo por la playa o el parque, o cualquier cosa que sirviera de apoyo a
mi alma de hijo. El padre es un ser especial (como también lo es una
madre) y su ser tiene un impacto tremendo en un hijo(a). Me he
sorprendido a mí mismo disfrutando música, comidas y hasta bromas que a
mi papá también le gustan. Los que están cercanos a mi corazón saben
cuánto deseaba una restauración de esa relación paternal. Dios, mi Padre
Celestial, organizó todos los eventos en mi vida de una manera en la
que hoy tengo la bendición de tener a papá cerca, poder conversar,
tomarnos un café, y disfrutar de las travesuras de sus nietos. Amo a mi
papá y el me ama a mí. Valió la pena creer y esperar en el Señor. Sus
caminos son de justicia y verdad. Sus hijos son restaurados
permanentemente. Mi papá y yo casi no compartimos en mis años de
infancia y juventud, pero ahora ambos compartimos los momentos de mis
hijos. Es una etapa nueva para todos. He enseñado a mis hijos a amarle
porque eso es saludable para el alma y no hay cabida para el
resentimiento. Mi papá está sano espiritualmente y yo también. Comparto
este pequeño testimonio porque lo que hoy tu sufres tu como hijo(a)
probablemente también lo sufrió tu papá cuando era niño. Nunca dejes de
acercarte a él. Si está cerca, búscalo. Si está lejos, llámalo. Si no
está físicamente, eleva una oración al Padre Celestial que te permita
recibir Su Paz y Descanso para tu alma. Toda la experiencia vivida
durante todos estos años me enseñaron a depender de mi Señor y a
extender mis manos a hijos(as) que hoy experimentan lo mismo que yo
experimenté. Nuestro Señor y Padre Celestial siempre abrirá un camino en
nuestros desiertos y ríos en nuestras tierras áridas. Acércate más a EL
y Su Gracia y Paz se acercarán más a ti.
¡Que el Señor te Bendiga y te
Guarde!
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